El lunes 2 de junio de 2003, en mi turno de cuidar la puerta, tuve la oportunidad de platicar con Teresa, hondureña de treinta años, con cinco hijos e hijas, la mayor de trece años y el menor de nueve meses. Siempre me ha costado obtener información de mujeres migrantes pero hoy, en diez minutos, oiga lo que me contó:
- Cuando mi marido se fue a Estados Unidos, nos dejó en la casa de mi suegra, (una señora bien buena que siempre nos apoyaba en nuestras necesidades), yo recibía 200.00 dólares cada mes, durante cinco meses fue cumplidor, después se olvidó de nosotros. Una mañana cuando despertamos, mi suegra no se levantaba, al acercarme a su cama, me di cuenta que estaba muerta.
Aquí comencé a sufrir al lado de mi familia. Yo tengo ganas de trabajar, en mi pueblo salía a lavar y planchar, mis hijos grandes cuidaban a los pequeños, sembramos maíz entre todos mire mis manos están callosas por eso, pero lo que ganaba no me alcanzaba para darles de comer, vestirlos y enviarlos a la escuela, el niño pequeño necesita tomar leche, no tuve más, que hace veinte días, tomé la decisión y dejé a mis hijos con una hermana mía, con la intención de llegar a Estados Unidos.
Llevo ya dos intentos, una vez me deportaron, la otra pudimos escondernos con un joven que Dios me puso en el camino, encontramos un furgón abandonado y en el pudimos dormir con un palo para defendernos hasta que aclaró, nunca pensé encontrar a un desconocido tan bueno y respetuoso. Como yo ya conocía esta casa me lo traje y pudimos descansar, pero hoy a medio día se fue y ya no vino talvez ya se fue, dijo que el quería irse por tren porque era más económico.
Oyendo todo lo que cuentan los demás es como un aviso para mí, sobre la ruta que debo tomar. El tren está lleno de peligros, principalmente para las mujeres que como yo andan solas, creo que es mejor por autobús, lo difícil es que tengo que ir trabajando para pagar mis gastos, he platicado mucho con Dios y sé que el me va ayudar y tengo que llegar.
No quiero regresar a mi país porque tengo muchas deudas. Voy en busca de un trabajo porque quiero darles de comer a mis hijos, aunque me duele mucho no verlos pero es mejor a pasar tantas penas.
- Cuando mi marido se fue a Estados Unidos, nos dejó en la casa de mi suegra, (una señora bien buena que siempre nos apoyaba en nuestras necesidades), yo recibía 200.00 dólares cada mes, durante cinco meses fue cumplidor, después se olvidó de nosotros. Una mañana cuando despertamos, mi suegra no se levantaba, al acercarme a su cama, me di cuenta que estaba muerta.
Aquí comencé a sufrir al lado de mi familia. Yo tengo ganas de trabajar, en mi pueblo salía a lavar y planchar, mis hijos grandes cuidaban a los pequeños, sembramos maíz entre todos mire mis manos están callosas por eso, pero lo que ganaba no me alcanzaba para darles de comer, vestirlos y enviarlos a la escuela, el niño pequeño necesita tomar leche, no tuve más, que hace veinte días, tomé la decisión y dejé a mis hijos con una hermana mía, con la intención de llegar a Estados Unidos.
Llevo ya dos intentos, una vez me deportaron, la otra pudimos escondernos con un joven que Dios me puso en el camino, encontramos un furgón abandonado y en el pudimos dormir con un palo para defendernos hasta que aclaró, nunca pensé encontrar a un desconocido tan bueno y respetuoso. Como yo ya conocía esta casa me lo traje y pudimos descansar, pero hoy a medio día se fue y ya no vino talvez ya se fue, dijo que el quería irse por tren porque era más económico.
Oyendo todo lo que cuentan los demás es como un aviso para mí, sobre la ruta que debo tomar. El tren está lleno de peligros, principalmente para las mujeres que como yo andan solas, creo que es mejor por autobús, lo difícil es que tengo que ir trabajando para pagar mis gastos, he platicado mucho con Dios y sé que el me va ayudar y tengo que llegar.
No quiero regresar a mi país porque tengo muchas deudas. Voy en busca de un trabajo porque quiero darles de comer a mis hijos, aunque me duele mucho no verlos pero es mejor a pasar tantas penas.