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Teresa

4/28/2015

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El lunes 2 de junio de 2003, en mi turno de cuidar la puerta, tuve la oportunidad de platicar con Teresa, hondureña de treinta años, con cinco hijos e hijas, la mayor de trece años y el menor de nueve meses.   Siempre me ha costado obtener información de mujeres migrantes pero hoy, en diez minutos, oiga lo que me contó:
- Cuando mi marido se fue a Estados Unidos, nos dejó en la casa de mi suegra, (una señora bien buena que siempre nos apoyaba en nuestras necesidades), yo recibía 200.00 dólares cada mes, durante cinco meses fue cumplidor, después se olvidó de nosotros.   Una mañana cuando despertamos, mi suegra no se levantaba, al acercarme a su cama, me di cuenta que estaba muerta.
Aquí comencé a sufrir al lado de mi familia.   Yo tengo ganas de trabajar, en mi pueblo salía a lavar y planchar, mis hijos grandes cuidaban a los pequeños, sembramos maíz entre todos mire mis manos están callosas por eso, pero lo que ganaba no me alcanzaba para darles de comer, vestirlos y enviarlos a la escuela, el niño pequeño necesita tomar leche, no tuve más, que hace veinte días, tomé la decisión y dejé a mis hijos con una hermana mía, con la intención de llegar a Estados Unidos.

Llevo ya dos intentos, una vez me deportaron, la otra pudimos escondernos con un joven que Dios me puso en el camino, encontramos un furgón abandonado y en el pudimos dormir con un palo para defendernos hasta que aclaró, nunca pensé encontrar a un desconocido tan bueno y respetuoso.   Como yo ya conocía esta casa me lo traje y pudimos descansar, pero hoy a medio día se fue y ya no vino talvez ya se fue, dijo que el quería irse por tren porque era más económico.
Oyendo todo lo que cuentan los demás es como un aviso para mí, sobre la ruta que debo tomar.   El tren está lleno de peligros, principalmente para las mujeres que como yo andan solas, creo que es mejor por autobús, lo difícil es que tengo que ir trabajando para pagar mis gastos, he platicado mucho con Dios y sé que el me va ayudar y tengo que llegar.

No quiero regresar a mi país porque tengo muchas deudas.   Voy en busca de un trabajo porque quiero darles de comer a mis hijos, aunque me duele mucho no verlos pero es mejor a pasar tantas penas.


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Violencia contra Migrantes.

4/28/2015

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Cuando llegué a la Casa del Migrante, el martes 27 de mayo de 2003, me sorprendió ver un número elevado de personas, como no es normal los martes, porque el lunes generalmente, viajan los que se han hospedado el fin de semana.
Como pocas veces, les veía platicar en grupos con gran interés.   Unos se pasaban de un grupo a otro, las mujeres se veían preocupadas. Pensé involucrarme y averiguar que les estaba pasando y entre tanto me enteré de varias cosas: 

Me contaron que al salir del mercado de Tecún Umán, la Policía Nacional Civil había detenido a tres hondureños. El tren, que de Ciudad Hidalgo sale a Tapachula, había cambiado de horario. Los que viajaron un día anterior los habían detenido y deportado.

En el tren viajaban cuatro delincuentes que les pidieron dinero por dejarlos continuar su viaje y los que no daban dinero los agarraban y los tiraban del tren como si fueran equipaje.
Efectivamente en la casa teníamos varios golpeados y un enyesado de la pierna por estos percances.  

Por todo esto ya habían tomado acciones:    Denunciaron el caso de la policía.   Sabían a que hora salir de la casa, por el nuevo horario del tren.   Y, algunos habían comprado machetes, para hacerles frente a los delincuentes, porque ahora no se iban a dejar.

Todos los días se le da al grupo que se hospeda, una plática formativa e informativa, ese día yo tenía el turno.   Les hablé de sus derechos, peligros y precauciones.   También les hice ver el riego que corrían si portaban un machete y que los confundieran con los mismos delincuentes.

Fueron muchas las expresiones que brotaron del grupo, pero para mí las más impresionantes fueron:    -¿Cómo es que no pudimos ayudarnos tantos, cuando solamente cuatro nos intimidaron? Hoy estamos dispuestos y si algo nos hacen sacamos los machetes.   – Vimos con mucha claridad que los policías mexicanos no combaten la delincuencia como que ellos mismos son delincuentes, ¿Por qué a nosotros si nos detienen y a ellos no?   – Si nos confunden con delincuentes que bueno porque nos dejarán pasar.

Expresiones y situaciones semejantes vivimos a diario.   Los migrantes dicen que la sociedad es muy injusta: -“Nos trata de delincuentes cuando en realidad somos trabajadores pobres con deseo de una vida digna”.  

Hemos sugerido en otras ocasiones que el fenómeno migratorio necesita un tratamiento humano, donde en cada lugar se cumpla con los derechos mínimos de cada persona

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Migrantes que leen la Biblia

4/28/2015

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No es raro oír, cuando entrevistamos a los y las migrantes que llegan a nuestra casa y nos digan que andan con la Biblia dentro de su mochila. Otros conocen y se memorizan algunos versículos que a mi juicio, son el sentir de sus necesidades.

Le arreglaba un pequeño desperfecto al televisor que está ubicado en el área de descanso de los migrantes y a la vez escuchaba una conversación:

–En América, decimos que el país que nos lleva la delantera es Estados Unidos y por eso queremos llegar a ese lugar.

–Si, pero ahora sus gobernantes se han dado a la tarea de ponerle un muro a toda la frontera que colinda con México, porque no quieren que nosotros sigamos entrando.

–Van a dejar una región donde podamos pasar.

–Dios nunca desampara a sus hijos, especialmente cuando se da cuenta que nuestras intenciones, no son otras, que darle de comer a nuestra familia.

–Esta historia se está repitiendo, ¿han leído la Biblia? –Jericó hizo lo mismo y los muros se derribaron.   Además no se les olvide que Dios dijo que nosotros somos la sal de la tierra y la luz del mundo.  No es posible que nos quedemos con los brazos cruzados, cuando tenemos una misión que cumplir.

Después de oír esos comentarios, consulté La Biblia y en efecto encontré lo que alguien de tantos mencionó:

“La toma de Jericó.   Los habitantes de Jericó habían cerrado la ciudad y puesto sus cerrojos para que no entraran los israelitas: nadie entraba ni salía.   Pero Yavé dijo a Josué: “Te entregaré la ciudad,…” (Josué 6, 1-5) 

“Sal y luz de la tierra. Ustedes son la sal de la tierra.   Y si la sal se vuelve desabrida, ¿con qué se le puede volver el sabor? Ya no sirve para nada sino para echarla a la basura o para que la pise la gente.

Ustedes son la luz para el mundo. No se puede esconder una ciudad edificada sobre un cerro.” (Mt 5,13-14)  

Dios no puso fronteras entre los pueblos, lo entregó todo al hombre para que tuviéramos vida, las injusticias de los gobernantes y de los pudientes tienen sumido a este pueblo en la desesperación y la pobreza.
Mario Morales.


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La frontera de la pesadilla

4/28/2015

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Hola soy Silvia, me encuentro albergada en la Casa del Migrante de Tecún Umán, donde me han prestado mucho apoyo y a donde llegué por esta razón:

Un día Lunes aún lo recuerdo, venía acompañada de otra joven y cuatro compañeros más, todos con la  ilusión de llegar a los Estados Unidos, yo quiero ayudar a mi familia y sé que lo voy a lograr, porque no me rindo y siempre voy para adelante.

Ese día al llegar a esta ciudad fuimos interceptados por dos elementos de policía y dos soldados, estos últimos fueron imparciales, pero los policías quisieron aprovecharse sexualmente de mí y económicamente de todos, pero uno de mis compañeros no soportó las imprudencias y los agredió verbalmente.  Entonces se armó un problema entre ellos y nosotros, hasta el punto de llegar amenazarnos y apuntarnos con las armas, los policías se llevaron a nuestro compañero bajo un delito que no había cometido y que su único error era no estar conforme con la actitud que tomaron.

Nosotros corrimos detrás de la patrulla para evitar que lo lastimaran, logramos llegar a la subestación en donde ciertamente, estaba detenido; casi inconciente y con un mal semblante; los policías simplemente dijeron que estuviéramos tranquilos que él sería juzgado y que a nosotros nos buscarían un refugio; así que fuimos conducidos a esta Casa del Migrante, donde denunciamos el hecho ocurrido, fuimos apoyados en todo momento durante cuatro días  hasta lograr comprobar la inocencia de nuestro compañero.

Ahora doy gracias a Dios, porque aún existe gente buena que presta ayuda en el camino, y por haberla puesto en el nuestro.  Gracias personal de la Casa del Migrante.
Silvia


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Una luz en el camino

4/28/2015

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Somos una familia salvadoreña de cinco integrantes, estamos en la Casa del Migrante apoyando y recibiendo apoyo, nuestra estancia es muy placentera aunque pronto partiremos.

Nos preocupa volver a caer en el engaño, llevando con nosotros a nuestros hijos.

Un día, por la situación de nuestro país, nos vimos en la necesidad de venderlo todo y buscar otro sitio para vivir, porque realmente la vida en El Salvador es difícil y el ambiente violento, y no queremos eso para nuestros hijos.

Así contratamos un guía para que nos llevara a los Estados Unidos o México, para ver si allí podíamos asentarnos.

Al llegar a Tecún Umán, el guía, nos cambió de un  hotel a otro, nos llevó a uno de mejor calidad y nos dejó abandonados, sin haber pagado la cuenta y sin dinero para pagarlo; estuvimos cuatro días así, porque los trabajadores del hotel no nos dejaban salir hasta cancelar lo que debíamos.

Entre los trabajadores, unos muy buenos que nos regalaron comida para nuestros hijos, mi esposo y yo estuvimos muy contentos, porque nosotros podíamos aguantar, pero los niños no, ellos lloraban por leche y comida y nosotros no teníamos dinero y tampoco nos dejaban salir.

El cuarto día, uno de los empleados se compadeció de nosotros, nos abrió la puerta muy temprano y nos dijo que tendría problemas por dejarnos ir pero que entendía la circunstancia en la que nos encontrábamos.

Salimos del hotel, un triciclero nos regaló comida, y entre la plática nos comentó de la Casa del Migrante a la que nos condujo.

Ahora estamos seguros, resolviendo nuestro problema y con la intención de buscar estabilizarnos.

Familia Coreas Flores.


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Al borde de la muerte

4/28/2015

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Hola soy salvadoreña y me encuentro en la Casa del Migrante ya recuperada, les voy a contar mi historia:    

Llegué un lunes a las 6:00 de la mañana a esta casa, casi muerta porque acababa de  cruzar hacia el lado mexicano a donde llegué muy exhausta, me detuvieron y fui deportada.

En el transcurso de la espera para ser deportada, me enfermé de una tos crónica, yo soy asmática, estaba débil y eso era mucho más complicado, nadie estaba conmigo para cuidarme, sólo le pedía a Dios que me ayudara a llegar a un lugar donde pudiera descansar.

Cuando llegué a Tecún Umán, no sabía qué hacer ni a dónde ir, me sentía morir y no podía caminar; pedí algunas indicaciones de dónde podían ayudarme y entonces encontré la Casa del Migrante, toque el timbre y tan pronto como abrieron la puerta me pasaron a descansar sin averiguar más.

Me brindaron atención médica, hospedaje y comida, hasta cuando estuve mejor; ahora voy de regreso a mi país aunque no descarto la posibilidad de intentar cruzar de nuevo, porque la vida se torna cada día más difícil y tengo que ayudar a los míos.

Sonia


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Ansiedad

4/28/2015

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La oficina donde trabajo en la Casa del Migrante, está cerca del área de descanso de las mujeres; un día viernes me llamó tanto la tención, que desde la mañana, cada vez que tocaban el timbre, Cárol, una migrante que aquí se hospedaba, salía a ver desde lejos y con ansiedad, quién llegaba, se paraba con las manos en la cintura o en la cabeza, a veces se llevaba una mano a la boca; de repente con determinación se regresaba cabizbaja.  

Me causó curiosidad, y una de tantas veces que sonó el timbre y ella salió como a las tres de la tarde, también salí de mi oficina y entablamos conversación, le pedí que entrara y ya sentada me contó:

– “Soy la mayor de tres hermanos, tengo dos hijitas una de ocho y otra de dos años; inicié estudios en  administración de empresas, pero no los concluí; ayudaba a mi mamá en los quehaceres de la casa mi papá trabaja en el manejo de los deshechos sólidos del hospital de Managua, Nicaragua.

Siempre he pensado en el futuro de mis hijas, preocupada porque no tengo trabajo y por lo poco que mi papá gana y no nos alcanzaba para vivir, en una ocasión le dije a mis papás que iba por el “Sueño Americano”, no conformes me persuadían a que dejara esa idea, pero de ver mi insistencia, una día aceptaron con la condición de que me acompañara mi hermano menor.

Preparamos el viaje, nos hicimos de algún dinero, hablamos con un coyote y fijamos la fecha de partida; ese día nuestros familiares llegaron a despedirnos a la casa, fue un jueves 10 de abril, todos llorábamos, mis hijas siempre a mi lado, qué dolor, y completó la escena triste la llegada de mi abuelita con unos aguacates para que comiéramos en el camino.

Éramos diez los que veníamos con el coyote, pero en San Salvador, nos dijo que se iba a regresar porque a su mamá le había dado un infarto, después averiguamos que era mentira; ya no supimos de él y el grupo se dividió, unos seguimos porque nos dieron un mapa con la ruta por El Petén y otros se regresaron. 

En el camino nos fuimos desintegrando y cuando llegamos a Santa Elena Petén, ya sólo íbamos los dos con mi hermano, con hambre y sin dinero; nos dijeron que en el parque un señor daba unos tiques para ir a un comedor, pero que costaba encontrarlo y solamente daba uno por persona; al fin lo vimos y nos dio uno cada uno, lo que hicimos con mi hermano fue que sólo cobrábamos uno, comimos y guardamos el otro para el otro día.

Estando en este lugar pudimos pedirles dinero a nuestros familiares y yo me puse a trabajar en un comedor, el primer día, le dije a la señora que andaba con mi hermano y que le iba a dar de la mitad de comida que me correspondía y así lo hice.   El otro día también mi hermano encontró trabajo; por la noche se acercó a nosotros una salvadoreña en las mismas condiciones, nos causó desconfianza, pero al ver que lloraba le ofrecimos que durmiera con nosotros y durante cuatro noches los tres compartimos una cama, la quinta noche ya no llegó a dormir y nunca más la vimos.

Cuando nos llegó el dinero que nos enviaron y el que ganamos (que fue poco porque creo que nos estafaron) decidimos seguir.

Cuando llegamos a El Naranjo, todos se nos quedaban viendo y nos querían convencer para atravesar la frontera; nos dio tanta desconfianza que decidimos cambiar de ruta y buscar Tecún Umán.   En tres días de viaje ya estábamos aquí; estuvimos dos días en esta casa, que fue suficiente para descansar, esconder el dinero que llevábamos y averiguar sobre lo que debíamos hacer.

Una mañana salimos rumbo al Norte, cuando llegamos a la rivera del río Suchiate, antes de subir a la balsa se nos acercó una mujer policía (la primera autoridad que se cruzaba por nuestro largo camino) nos pidió cien quetzales por cada uno, sólo le ofrecimos diez por los dos, y nos dijo que con eso no nos dejaba ir su jefe; y llamó a otro policía, nos estuvieron intimidando, pero nosotros les dijimos que no teníamos más, que nos registraran; pero no lo hicieron talvez porque había mucha gente pasando, al final nos dejaron ir sin darles nada.

Cruzamos al lado mexicano por el río y después de unos diez minutos a pie, abordamos un bus y llegamos a Tapachula, aquí nos agregamos a un grupo de tres hombres y una mujer y empezó lo difícil.

Tuvimos que rodear una garita, primero pasamos las mujeres fácilmente, pero a los hombres los detuvieron y registraron, estaban vestidos de policías a lo mejor no eran; a mi hermano le quitaron todo el dinero, aunque yo llevaba un poco ya no era suficiente para continuar, aún así seguimos; en el camino fue creciendo el grupo y pudimos llegar a Oaxaca donde nos detuvieron.

Entre todo lo que vivimos, no sabía donde estaba Marlon, mi hermano.  Cuando nos deportaron, estando en Tapachula ya de vuelta, lo volví a ver, él dijo que era nicaragüense y yo ya me había puesto de acuerdo con un guatemalteco que dijo que era mi esposo y el respondía a todo lo que le preguntaban, se portó muy bueno.

A mí, me sacaron antes que a Marlon y me dijo que me viniera para la Casa del Migrante antes que descubrieran que yo era nicaragüense y que cuando a él lo sacaran, me iba a buscar aquí, por eso es mi preocupación e intranquilidad cuando tocan el timbre, ya tengo tres días esperando, cada vez que abren la puerta espero verlo llegar, pero no es así; ojalá no se haya confundido de camino, porque por donde  me vine encontré gente que me ayudó con dinero para comer y pagar mi viaje, pienso que con él lo mismo podía pasar.

Llamé a mis papás para contarles que ya nos habíamos separado, que por cualquier cosa que me avisaran luego y yo también, pero todo está en silencio.

Por las noches se me quita el sueño, se me revelan muchas cosas: A Marlon, pálido cuando lo asaltaron, a mi hija mayor con lágrimas en los ojos, a la menor risueña pero inocente de lo que pasaba, mi papá callado entre toda la familia, el abrazo de mi mamá y diciéndome quédate, mi hermano más pequeño que se salió de la casa para no despedirme, la vecina diciéndole no sé que palabras a mi mamá, los aguacates que me dio la abuelita.

También pienso en el viaje todo lo que hemos vivido, las palabras abusivas de los policías que nos detuvieron y deportaron, los lugares malolientes donde nos tuvieron, hambre, frío, calor, desvelos; pero lo peor es la incertidumbre que tengo de Marlon.

Hoy platiqué con unos periodistas que iban para México, les conté lo que estoy viviendo y me ofrecieron buscarlo y si averiguaban algo dijeron que me llamarían, pero ya estoy preocupada porque no aparece, si me muevo de aquí pienso que no es correcto y para hacerlo no tengo nada de dinero, ya mis papás deben mucho por mi culpa y me da pena.”

Hasta aquí llegó su plática, no quise molestarla más; aunque sé que se desahogó, yo veía que sufría con lo que me contaba, le dije algo para consolarla, porque ella decía que por su culpa estaba perdido su hermano, pero a veces las palabras no son suficientes.

Nuevamente la vi el lunes, le pregunté si tenía alguna noticia y me dijo que no, pero que se sentía mejor, dormía normalmente, y con confianza que su hermano iba a llegar, estoy ayudando en los quehaceres de la casa y esperándolo.

Barría, ayudaba en la cocina y se miraba optimista, no le pesaba hacer cualquier oficio, a veces estaba acompañada de más mujeres que después seguían su camino y volvía a quedarse sola, es amigable y calmada, tiene muchas cualidades.

El martes cuando llegué a trabajar ya me estaba esperando para contarme que los periodistas llamaron informándole que a su hermano ya lo habían deportado.   A medio día se paró en la puerta de mi oficina para contarme con gran satisfacción y tranquilidad que su mamá  llamó diciéndole que ya estaba en casa y que no se moviera de aquí, en lo que platicaban con su hermano y pensaban que hacer.

El miércoles me cuenta que su hermano le había llamado, diciéndole que se regresara, que ya no tenían dinero para que él viniera y continuaran el viaje, que sus hijitas preguntan mucho por ella, su papá muy intranquilo.    –Tengo que buscar un trabajo para regresarme; –me dijo.

El jueves, le llama su hermano nuevamente, para que la espere, que ya tiene algo de dinero para seguir adelante.   Llegó el sábado por la tarde, y el domingo por la mañana emprendieron el viaje.  

El dos de julio de 2008 un compañero de trabajo recibió un mensaje: agradeciendo los servicios de la casa y contando que los había deportado nuevamente y que estaban en Nicaragua.

Esta es una historia de tantas, que nos hablan de las causas y consecuencias de la migración, donde nos damos cuenta que es una persona la que quiere migrar, pero se involucra a todos los seres queridos.

Mario Hernani Morales Molina.


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Empresa delicada

4/28/2015

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En la oficina de trabajo social tuve la oportunidad de platicar con Óscar Manuel Ramírez Otero, hondureño de 24 años:
Salió de Tocoa, pueblo donde ha vivido desde su niñez, al lado de su familia, con las dificultades que lleva consigo la pobreza.


Va con sus sobrinos, Lucy de cuatro años y David de once, con un permiso de sus padres que están en Estados Unidos; intentan llegar donde ellos.

Al llegar a la frontera de Agua Caliente del lado de Honduras, los empleados que estaban, lo maltrataron psicológicamente para pedirle dinero y dejarlo pasar a Guatemala.  Dijeron que podían acusarlo de secuestro; tuvo que darles ciento cincuenta quetzales, y todavía lo amenazaron; pero pasó más tranquilo cuando les dieron libertad.

Entraron a Guatemala en un taxi; se puso a platicar con el piloto de lo que les había pasado, le dijo que lo ayudara a llegar a un hotel seguro; esa era la plática cuando los detuvo un grupo de policías que también le pidió dinero, esto fue al entrar a Guatemala, antes de llegar a Esquipulas.

El día siguiente, viajaron en un bus a la capital de Guatemala, donde se encontraron con otros seis migrantes; ya iban a pié por la calle cuando los detuvieron otros policías, los subieron a un auto patrulla, porque no eran guatemaltecos; llamaron por teléfono a otros compañeros, llegaron de inmediato; los llevaron a un lugar solitario donde los registraron y quitaron el dinero, sólo les dejaron cincuenta quetzales por persona, para que se regresaran, después los llevaron nuevamente a la estación.

Cuando se retiraron los policías, buscaron nuevamente y abordaron un bus que los trajo a Tecún Umán, llegaron a las siete de la noche, Óscar traía otro poco de dinero escondido entre las maletas, le alcanzó  para pagar un hotel, hoy por la mañana salieron temprano con hambre; una señora que vendía atole les contó de esta casa y por eso están aquí.

Lucy y David, no se imaginan lo largo que es el camino y las dificultades que tienen que atravesar para llegar a los Estados Unidos, sin embargo cuando oyeron que les dije: pasen adelante, principalmente David el más grande, respiró profundamente y entró con toda libertad.

Muchas personas ejercen su derecho a la libertad de migrar, pero no advierte las consecuencias, y algo grave, exponen a los niños, a los peligros que muchas veces ni los grandes pueden enfrentar.

Si usted que lee esta historia, tiene oportunidad de aconsejar a alguien que viaja en estas condiciones, no deje de hacerlo, para evitar cualquier percance, que proteger una vida vale más que cualquier cosa en la vida.

María Cristina Aguirre Orellana.



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