Las imágenes que asistimos en los procesos de deportación demuestran la crueldad de las políticas migratorias implementadas por los gobiernos. En cada migrante regresado está presente el rostro de Dios maltratado, golpeado desde el nacimiento. El Dios de los migrantes es sencillo, humilde y lleno de compasión.
La Biblia narra la historia de las migraciones y que se han conformado a través de los constantes movimientos migratorios, tanto en el Antiguo Testamento y como en el Nuevo Testamento. El Dios de los peregrinos siempre caminó a la par de los más pequeños y excluidos de la historia.
Pero hay otra imagen, presente en la historia de los migrantes deportados y en la tradición bíblica: es el Dios que se hace niño, que no tiene leyes para reprimir y oprimir; un Dios que llora ante el sufrimiento humano, que siente pavor de las injustitas cometidas en contra de los migrantes, y que gritan en la cruz de las deportaciones impuesta. El Dios de los migrantes sufre con los migrantes que sufren. Es un Dios que llora por la crueldad de las políticas migratorias de México, Estados Unidos y la Unión Europea. Hoy la sangre de Cristo sigue siendo derramada en los migrantes crucificados por las deportaciones, sin la posibilidad de soñar por un futuro mejor.
Ante tanto dolor humano pregunto: ¿Cuántos políticos o gobernantes del mundo profesan algún tipo de credo religioso? Quizás, la gran mayoría de los que están en el poder de las naciones profesan la fe en Jesús. Creen en el amor de Cristo, anuncian el amor de Cristo, pero son crueles con el migrante indocumentado. ¿Cómo pueden amar y adorar a Cristo, si rechazan y discriminan al migrantes pobre y necesitado?
En la tradición bíblica Dios es misericordia. Misericordia significa sentir amor en profundidad, muy dentro del corazón. El Salmo 103 afirma que «Dios tiene compasión, es clemente y rico en misericordia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo. Como un padre siente compasión por sus hijos, porque conoce nuestra naturaleza y se acuerda de que somos polvo; su misericordia es desde siempre y para siempre». ¿Habrá palabras más consoladoras que éstas en estos tiempos malos que viven los migrantes en todo el mundo? Ojala, que un día los gobiernos del mundo dejen de ser rencorosos con los migrantes. Que nuestros gobernantes comprendan que las migraciones son el resultado de sus malas políticas internacionales. Amar al Señor es hacer justicia con el migrante.
La Biblia narra la historia de las migraciones y que se han conformado a través de los constantes movimientos migratorios, tanto en el Antiguo Testamento y como en el Nuevo Testamento. El Dios de los peregrinos siempre caminó a la par de los más pequeños y excluidos de la historia.
Pero hay otra imagen, presente en la historia de los migrantes deportados y en la tradición bíblica: es el Dios que se hace niño, que no tiene leyes para reprimir y oprimir; un Dios que llora ante el sufrimiento humano, que siente pavor de las injustitas cometidas en contra de los migrantes, y que gritan en la cruz de las deportaciones impuesta. El Dios de los migrantes sufre con los migrantes que sufren. Es un Dios que llora por la crueldad de las políticas migratorias de México, Estados Unidos y la Unión Europea. Hoy la sangre de Cristo sigue siendo derramada en los migrantes crucificados por las deportaciones, sin la posibilidad de soñar por un futuro mejor.
Ante tanto dolor humano pregunto: ¿Cuántos políticos o gobernantes del mundo profesan algún tipo de credo religioso? Quizás, la gran mayoría de los que están en el poder de las naciones profesan la fe en Jesús. Creen en el amor de Cristo, anuncian el amor de Cristo, pero son crueles con el migrante indocumentado. ¿Cómo pueden amar y adorar a Cristo, si rechazan y discriminan al migrantes pobre y necesitado?
En la tradición bíblica Dios es misericordia. Misericordia significa sentir amor en profundidad, muy dentro del corazón. El Salmo 103 afirma que «Dios tiene compasión, es clemente y rico en misericordia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo. Como un padre siente compasión por sus hijos, porque conoce nuestra naturaleza y se acuerda de que somos polvo; su misericordia es desde siempre y para siempre». ¿Habrá palabras más consoladoras que éstas en estos tiempos malos que viven los migrantes en todo el mundo? Ojala, que un día los gobiernos del mundo dejen de ser rencorosos con los migrantes. Que nuestros gobernantes comprendan que las migraciones son el resultado de sus malas políticas internacionales. Amar al Señor es hacer justicia con el migrante.